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Del cocinar como exorsismo

sábado, agosto 19, 2006

Ayer por la tarde, en uno de esos raros ratos de ocio (y no lo digo porque trabaje mucho) comencé a ver un capitulo de una serie que titulan The Collecter.
No voy a explicar aca de que va la cosa porque no viene al caso. Hago referencia por el tema de la trama de ese día. Era sobre un cura que exorcisaba y bla bla bla…
Tal vez eran las pésimas actuaciones o la sobredosis de carne de almuerzo (aunque no lo crean gusto del deporte extremo de vez en cuando) lo que hizo que el carrusel mental se encendiera y prestara una concentrada atención a los diálogos y acciones sobre el acto de exorcismo. En resumidas cuentas, la cosa se reduce a algo así:


  1. Sacar a fuerza de preguntas el nombre del demonio. Imagino que es para que el poseso caiga en cuenta que no es su persona la que actua dando tamaño espectáculo de torcederas de nuca y emanaciones verduzcas.

  2. Inquirir al bicho, ya plenamente identificado por nombre y apellido, a que abandone el cuerpo donde montó la pachanga para que así resurja la esencia del pobrecito mortal.


Acciones más, acciones menos, eso es lo que entendí. Tengo que agregar un par de reflexiones dichas por el cura protagonista y que son las que me terminarón de impulsar a escribir esto: todo sacerdote siente un profundo desasosiego, como una gran desesperanza ante el poder del maligno… y la otra en el fondo la decisión final la tiene la persona de no permitir continuar poseido, por ello hay que convencerlo de sus opciones…
Por fín el momento de la reflexión…. Esto es igualito a cocinar!!!
Me explico: uno trata de entender la esencia de cada ingrediente, le preguntamos, a nuestra manera de cocineros, sobre que quiere darnos, lo revizamos, olemos, manoseamos, le damos de cucharazos (de madera, como la santa cruz), y él se batuquea entre el fuego, lanza chispas, a veces emanaciones que nos sacan las lágrimas o queman las pestañas (literalmente), se resiste, lucha y allí es cuando nos frustramos y sentimos el desasosiego, la desesperanza ante el plato que no sale y no nos damos cuenta que en muchas oportunidades el ingrediente no quiere dar simplemente porque no lo escuchamos, o peor, lo forzamos a hablar a punta de técnicas de moda (sin pasar por el Go del clásico) y no entendemos que nosotros, los cocineros, somos un simple instrumento para que la naturaleza divina de los alimentos se manifieste…
Puede que esta comparación me valga la excomunión de alguna iglesia. No importa, hace rato que me autoexilié de todas. Pero el expresar estas reflexiones sobre el oficio, aunque tengan tono de broma (muy seria, eso sí), es una necesidad imperiosa.
La cocina tiene sus riesgos y hay que correrlos… no correrles.

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--Otro plato servido por Chef en Construcción--

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